Protestas y manifestaciones
En Uruguay las manifestaciones ya alcanzaron el tope, ya no
es una protesta por los derechos o un llamado a las autoridades para que
encaminen una solución a cuestiones del
pueblo. Se forma un desfile liderado por algunos que deben de tener una
razón y una masa que acompaña.
Y ese es el problema, la mala imagen que generan. Se pierde
el mensaje y se torna violento. La idea principal es cortar bruscamente con las
acciones cotidianas para presentar una inquietud que aqueja a varios y no se
logra, ya que en medio de esta “alegórica marcha” vemos circular y consumir
bebidas alcohólicas como si se estuviese festejando.
Se promueve un ambiente violento, tener que presenciar una
manifestación es agotador, pero si los manifestantes adquieren una actitud de
jolgorio enfurece. Y aquí es donde empiezan los inconvenientes, el odio a las
manifestaciones: querer llegar, hacerlo
tarde, esperar mucho tiempo, saturación de calles, etc.
Hay organizaciones que utilizan marchas para presentar sus
ideales, los antecedentes de las protestas no dejan que estas lo logren.
Incluso que las mismas no lo puedan hacer. Se pierde el sentido y la
importancia.
A nivel mundial están abarcando molestias masivas, según información
que brindó el sitio web www.diariocritico.com España es aquejada por unas 192
mensualmente en el año 2012, que junto a Berlín, donde se convocaron 4174 para
el 2011, encabezan las ciudades más aturdidas de Europa, igualmente es cierto
que la crisis ha sido un disparador.
Igualmente del lado opuesto del mundo el tema es organizado,
reglamentado está no inferir en el senado, parlamento o sedes del congreso para
no alterar su normal funcionamiento. Así, en Alemania
la ley federal establece una zona de seguridad y exclusión que restringe el derecho
de reunión en torno a los organismos constitucionales.
“Todas las legislaciones europeas
recogen la manifestación como un derecho fundamental”. En Uruguay también
cumple una función significativa, perderla sería lamentable.
Sofía Rodríguez
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