miércoles, 26 de septiembre de 2012

FÚTBOL VIOLENTO



El comportamiento de las “barrabravas” es motivo de debate constante en la órbita pública uruguaya. De un tiempo a esta parte forman parte del folklore del fútbol sudamericano y lamentable­mente los malos ejemplos se importan rápidamente al resto del mundo.
Algunos hinchas del fútbol llevan al extremo su fanatismo; los barra brava reivindican los com­bates y su "ley" indica que hay que vengar a los muertos. Estos no van a la cancha a ver el partido, o al menos no exclusivamente. La prioridad es intimidar a los jugadores y a los rivales por lo que alardean de los "combates" que protagonizaron, e incluso de las muertes.
Las barras bravas existen desde hace más de 30 años en Uruguay y actualmente el servicio de Inteligencia de la Policía tienen identificados a 10 grupos de barras bravas de equipos de fútbol de pri­mera división, potencialmente peligrosos, y estima que cada una tiene entre 10 y 15 líderes que están absolutamente identificados.
En los informes elaborados por Inteligencia, respecto a la actividad de las barras bravas del fútbol, se hace alusión a estudios estadísticos correspondientes a la relación entre cantidad de pobla­ción e hinchas de un equipo. De acuerdo con esos estudios, quién lidera en la relación es Peñarol, se­guido del Dínamo de Moscú y en tercer lugar, Nacional. 
El primer incidente en el fútbol data del año 1924. Uruguay y Argentina disputaron un encuen­tro en el Estadio Centenario y a la salida un hincha albiceleste mató al uruguayo Pedro Dembi.
Años después, el 22 de setiembre de 1957 Carlos Héctor Gómez, hincha de Sud América, fue asesinado en un partido contra Progreso por el ascenso a primera división.
12 de Junio de 1994: previo a la disputa de un clásico en el Estadio Centenario Diego Posadas, un hincha de Nacional de 16 años, fue degollado por un parcial identificado con la camiseta de Peñarol, cuando se dirigía al Estadio Centenario. El Consejo Ejecutivo actuó derivando el tema a un tribunal que sancionó a Nacional y a Peñarol con la pérdida de 4 puntos.
11 de Marzo de 2006: tras el partido entre Peñarol y Cerro por el Torneo Clausura, un hincha de Cerro que esperaba un ómnibus en Avenida Italia junto a su familia, fue agredido por un grupo de hinchas aurinegros. Uno de los involucrados extrajo un cuchillo y con el asesinó al parcial albiceleste Héctor Da Cunha de cinco puñaladas.
Otra de las renombradas muertes fue la de Rodrigo Aguirre, hincha de Peñarol el 28 de abril de 2011. Ésta no sucedió durante un espectáculo deportivo sino a pocos días de la disputa del clásico uruguayo, tras un enfrentamiento con cuatro personas en el barrio La Comercial. Según pudo determi­nar la investigación policial el hecho fue producto de un enfrentamiento entre barras de Peñarol y Na­cional.
Un aspecto que llama la atención por otro lado es la cantidad de alianzas que se dan entre las distintas barras bravas. Estas relaciones de amistad o enemistad son tenidas en cuenta a la hora de dar seguridad en los partidos, y complica y multiplica estas situaciones, ya que se repiten cuando vienen al país algunos equipos argentinos que están en la lista de amigos o enemigos de estas barras.
La barra de Peñarol está identificada como “La Caterva” y está integrada por varios subgrupos: Los feos, La 14, La del león, La del tuerto y Barra Amsterdam. Sus barras “enemigas” son las de Nacional, Villa Española y Cerro. También tienen “enemigos” en Argentina: Independiente, Newell´s, Racing y River;  mientras que en Brasil: Flamengo y Gremio.
Otra barra brava significativa es “La banda del Parque”, que pertenece al Club Nacional de Fútbol y está encargada de la seguridad interna de su hinchada. Las  bandas “enemigas” son las de Peña­rol, Cerro y Estudiantes mientras que entre sus “amigas” figuran: Villa Española, Cerrito, Argentinos Juniors, Gimnasia y Esgrima de La Plata, Independiente y Gremio.
Todo esto haría pensar que tanto el Ministerio del Interior como las autoridades de los clubes deportivos involucrados han tomado cartas en el asunto, sin embargo, lo que hasta ahora han hecho, es pasarse la pelota de la culpa unos a otros. En un país con 3 millones de personas, los hinchas violentos son fácilmente identificables, ya que como suele suceder, estos inadaptados no forman parte de la ma­yoría. La cantidad de efectivos policiales suele aumentar con el correr de los partidos, especialmente en aquellos considerados de alto riesgo, por lo que antes de estos se reúnen los responsables correspon­dientes para planificar operativos de seguridad, que duran justamente un partido.
Al concluir es difícil dejar fuera la responsabilidad de los medios de comunicación ya que comu­nicadores, tanto en radio como en televisión se pelean supuestamente con humor, pero siempre acen­tuando la irracionalidad del sentido de pertenencia a una camiseta. A pesar de esto, lo peor se ha visto dentro del campo de juego.
El 26 de noviembre de 2000 Peñarol y Nacional disputaban un clásico, que luego de terminar 1-1 decayó en una pelea entre los jugadores de ambos equipos, con la participación del entonces técnico carbonero, Julio Ribas. En ese entonces se hizo una denuncia de oficio y más de una decena de futbolis­tas, sumados al técnico aurinegro, quedaron detenidos esa misma noche y por 10 días.
Es indispensable buscar;Los clubes deben ser responsables tanto por sus acciones como por sus omisiones pero también deben asegurar las condiciones necesarias para el correcto desarrollo del es­pectáculo deportivo. Aquí ingresa la AUF como responsable de la organización del espectáculo deportivo ya que debe dar las garantías de que la policía se encarga de prevenir y reprimir los actos violentos y no dejar fuera a la familia. 

Macarena Aguerre 

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